Muchas veces, la hora del estudio o de la comida se vuelven momentos de batalla campal. Surgen los conflictos entre los padres y los chicos porque no hacen caso, no quieren estudiar, no quieren comer, no dejan el teléfono… Y la lista sigue.
En estos casos, son muchos los padres, madres o cuidadores que tienen dificultades para lograr que los chicos realicen determinadas actividades u acaten las órdenes. Pero en el afán de solucionar rápidamente el problema cometen el error de aplicar un castigo o premio:
“Si no le doy algo a cambio, no me hace caso”
“Si no lo retamos, no lo hace”.

El problema de educar a los chicos con premios y castigos es que reforzamos la motivación extrínseca, es decir, una motivación que está relacionada con una consecuencia: obtener una compensación (premio), muchas veces material; o recibir un castigo.
Así, los chicos “obedecen” por la posible consecuencia de sus actos:
“Si comés toda la comida, te doy un chocolate”
“Si no estudiás, te saco el celular”
En síntesis, los premios y castigos:
- Profundizan los conflictos y la desconfianza de los padres o cuidadores en los chicos.
- Promueven en los chicos el miedo y el enojo, y reprimen sus sentimientos.
- No promueven valores, y los niños no aprenden las consecuencias de sus actos.
Para una crianza respetuosa es importante no provocar el miedo al castigo ni el deseo de recompensa.
Así, reforzamos el autoestima y la auto-motivación de los niños, y fomentamos en ellos los valores de responsabilidad y cooperación.